En 1995, el silencio de un pequeño pueblo del sur de Francia fue quebrado por una de sus páginas más oscuras: la masacre de Cuers. Eric Borel, un joven consumido por la rabia y la desesperanza, dejó que el veneno de sus pensamientos lo invadiera hasta transformar su sangre en furia. Lo que comenzó como un veneno invisible en la mente terminó desbordándose en una tragedia que marcó a toda una comunidad.
Este diseño convierte esa historia real en un manifiesto visual. El kanji 毒 (doku), que significa “veneno”, ocupa el centro como recordatorio de aquello que puede corroer desde dentro sin ser visto. En la ilustración, la serpiente se enrosca entre rosas blancas: belleza y pureza amenazadas por el peligro latente, la representación del mal que se esconde en lo más delicado. El tallo espinado que emerge en los costados prolonga esta tensión, como una herida que nunca termina de cicatrizar.
VENENO no busca glorificar el horror, sino mostrar cómo la fragilidad humana puede convertirse en su propio enemigo, cómo lo más hermoso puede ser contaminado y cómo un pueblo entero aún recuerda el día en que el veneno dejó de ser metáfora para convertirse en destino.